Hacía tiempo que no escribía y antes que nada quiero desearle un buen comienzo de año - si es que usted, lector, tiene la suerte que a otros nos es arrebatada.
Me comentaba una muy buena amiga el otro día que la escritura sí curaba el alma, algo que ya me mencionó alguien con quien tuve la suerte de hablar y a lo que yo me mostraba reacio. Hoy, más que nunca, lo vivo de primera mano y puedo afirmar que así es.
Tan repentinamente regresó mi lumbre, de la misma manera se desvaneció. Guardó sus espinas y, fugazmente, me mostró sus pétalos. Si ya dio lugar al abismo en la primera vez, en esta, solo ha agrandado esa notoria brecha que yace en la poca alma que me queda.
«No quiero ser un recuerdo, mas, quiero que te olvides de mí» - lacerantes palabras, cual balas cargadas. ¡PUM! - el disparo se oyó y tósigo en mí sembró. ¿Qué le hizo apretar el gatillo? ¿Qué le hizo disparar a este inocuo arlequín con el que solo divagaba?
Sobre mi lecho con enorme despecho, reposo cual hombre medroso. Quebradiza la esperanza que perece. La tenue cordura se vuelve remota. Entre tantos albores, la hoz ya está rota.
A día de hoy, no tengo la certeza de si hay una entidad divina, un genio maligno o qué sé yo, empeñada en complicarle la cotidianidad a este servidor. Tras esta muestra de ocurrencias, quiero compartirle a usted, querido lector, una breve prosa que le escribí y que en su momento no fue recibida como a un servidor le hubiese gustado. Espero que usted se quede para leerla y pueda apreciarla algo más.
Odioso el cierzo, tan atento
El aire es aún más ligero que el de ayer. Mire a donde mire, hay gotas de rocío por doquier. Se escuchan graznidos al compás del sosegado mar. Oigo las campanas repicar, pero tu voz es la que yo anhelo escuchar. El cierzo acude a mi desvelo y, sin mover yo un solo dedo, el camino hacia ti dibuja sobre el suelo. ¡Odioso el cierzo, tan atento!
Con afecto,
un afligido Schmutz
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